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La Última Vez que Dijo No - Parte Final.

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  Julieta quedó tendida en la cama, el brazo todavía atado al cabecero, la piel marcada por los dientes y las uñas de Josefino. El aire de la habitación olía a sexo y sudor, un aroma crudo que se pegaba a su piel como una segunda humillación. Pero lo más vergonzoso no eran las marcas, ni siquiera los moretones que empezaban a florecer en sus caderas. Era el calor que no se iba.  Con la mano libre, sus dedos descendieron lentamente por su abdomen, temblorosos, como si no estuvieran bajo su control.  —Mmm… qué rico… —susurró para nadie, los ojos cerrados, recreando en su mente cada segundo de lo ocurrido: la manera en que él la había doblado sobre la cama, cómo sus gruñidos resonaban en su oído, la sensación de estar completamente poseída.  Sus dedos encontraron su sexo, todavía hinchado, sensible, empapado. Un gemido escapó de sus labios al rozar el clítoris, tan delicadamente que casi dolía.  "Esto está mal… esto está tan mal…"  Pero su cuerpo no escuchaba ...

La Última Vez que Dijo No - Parte 2

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  El primer rayo de sol que atravesó las persianas de su dormitorio encontró a Julieta ya despierta, aunque "despierta" era un término generoso para describir ese estado de alerta febril en el que había pasado la noche. No había dormido. No realmente. Entre las duchas interminables—tres, aunque podrían haber sido cuatro, había perdido la cuenta—y el frotarse la piel hasta enrojecerla, solo había conseguido agotarse físicamente sin lograr borrar la sensación de manos ásperas en su cuerpo.  El agua hirviendo de la cuarta ducha matutina le quemó los hombros, pero ni siquiera eso logró disolver la memoria de aquel contacto. Se miró las muñecas, donde sus propios dedos habían dejado marcas al intentar lavarse demasiado fuerte.  "Esto no me define. No me marcará."  Pero el espejo empañado del baño le devolvió una mirada distinta: sus pupilas dilatadas, su labio inferior ligeramente hinchado (¿de morderlo tanto?). Se vistió con precisión militar: un vestido blanco de lino ...

La Última Vez que Dijo No - Parte 1

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  El sol comenzaba a inclinarse sobre la ciudad, tiñendo el asfalto de tonos dorados y proyectando sombras alargadas entre las motos alineadas frente al café. El aire olía a gasolina, a café recién hecho, a vida apresurada. Entre el murmullo de las conversaciones y el zumbido ocasional de un motor, ella se detuvo. No había vacilación en sus pasos, ni en la manera en que su mirada recorrió la calle antes de posarse en él.  El vagabundo estaba allí, como siempre, encorvado contra la pared, su figura desdibujada por capas de ropa gastada y días sin dueño. Su barba, canosa y enmarañada, ocultaba parte de un rostro marcado por el tiempo y el abandono. Pero cuando ella extendió la mano —con un movimiento firme, sin falsa compasión—, algo en él se tensó. No era el billete lo que lo sorprendía, aunque el dinero siempre era bienvenido. Era la manera en que lo hacía: sin condescendencia, sin ese gesto de superioridad que tantos otros llevaban en los ojos.  —Tenga un buen día— dijo ...

La amante de Rex - Capitulo 3 - Fin

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    El amanecer se filtraba tímidamente por las persianas mal ajustadas de mi humilde departamento cuando los primeros rayos de luz acariciaron mi piel desnuda, revelando las marcas de una noche que jamás podría confesar a nadie. Rex yacía a mi lado, su poderoso torso dorado elevándose y descendiendo con una calma que contrastaba brutalmente con el torbellino de emociones que sacudía mi pecho. Su aliento cálido rozaba mi hombro desnudo, y el simple contacto hacía que un escalofrío de vergüenza y excitación recorriera mi columna vertebral. Había cruzado un umbral del que no había retorno. La Culpa y el Deseo Los primeros días después de aquella noche inicial fueron un infierno de contradicciones. Me despertaba sobresaltada en medio de la noche, con las sábanas empapadas de sudor y mis dedos enterrados entre mis piernas, soñando con aquella lengua áspera y aquellos empellones animales que me habían hecho gritar como nunca antes. Durante el día, evitaba mirar a Rex directamente, ...

La amante de Rex - Capitulo 2 - La Entrega Total

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 El Punto Sin Retorno Su lengua era áspera, mucho más que cualquier otra que hubiera sentido antes. Cada movimiento era preciso, casi calculado, como si Rex supiera exactamente dónde debía presionar, dónde debía lamer para hacerme gemir. Mis manos se aferraron a las sábanas, los nudillos blanqueando bajo la presión. No podía creer lo que estaba pasando, pero mi cuerpo, traicionero, respondía con una intensidad que me avergonzaba y excitaba al mismo tiempo. —Dios… —susurré, arqueando la espalda cuando su hocico empujó más entre mis piernas. El alcohol aún nublaba mi mente, pero ya no era solo eso. Era el calor que se acumulaba en mi vientre, las gotas de sudor que resbalaban por mis pechos, la humedad entre mis muslos que él lamía con devoción. Dejé escapar un gemido ahogado, mordiendo mi labio inferior para no gritar. ¿Qué estoy haciendo? La pregunta flotó en mi cabeza por un segundo antes de que otra lengüetada más insistente la borrara por completo. La Revelación Fue entonces cua...

La amante de Rex - Capitulo 1 - El Encuentro

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  La Mudanza El apartamento era diminuto, apenas un cuarto con un baño y una cocina que parecía de juguete. Las paredes estaban descarapeladas en las esquinas, y el piso crujía con cada paso que daba, pero para mí, era la libertad. A mis 21 años, después de meses de discusiones con mis padres por querer vivir mi propia vida, por fin había logrado salir de casa. —Es perfecto —dije, tratando de ocultar el temblor en mi voz mientras recorría el espacio con la mirada. El dueño, un hombre mayor de unos cincuenta años, canoso y con una sonrisa amable, se apoyó contra el marco de la puerta. —No es mucho, lo sé —admitió—. Pero si aceptas cuidar a Rex algunas noches, puedo bajarte la renta. —¿Rex? —Mi perro. Movió la cabeza hacia el patio trasero, donde un enorme pastor alemán levantó las orejas al escuchar su nombre. Sus ojos eran oscuros, inteligentes, y su pelaje dorado brillaba bajo el sol de la tarde. —Es tranquilo —aseguró el dueño—. Solo necesito que lo alimentes y lo dejes entrar si...